lunes, 11 de septiembre de 2017

Una labor social

Hora de desempolvar un poquito el blog. Relato de una página experimentando con lo de tachar palabras y que haya más de un narrador.


Labor Social
Se podría decir que los primeros días en la oficina el trabajo te podía parecer demasiado exigente, escabroso, incluso inmoral, pero según pasan los meses y te acostumbras, le acabas cogiendo gustillo. Morbo, también, aunque ese calificativo no queda bien en los informes. Sin embargo, no recuerdo haber sentido nada de lo que acabo de decir en mis primeras jornadas. No recuerdo tampoco cómo llegué ni el proceso de selección ni nada de aquella época. Ni siquiera sé cuánto tiempo llevo trabajando en la Torre de Control, pero no me importa realmente. Sí les puedo decir que el proceso de selección debe ser arduo, porque aquí nos reunimos las mejores mentes del planeta, pero nunca hablamos, nunca interactuamos, a ningún nivel. Tan solo nos vemos trabajar desde nuestras estanterías. El trabajo lo es todo.


Nos despertamos cada turno, nos conectamos al Servidor y, sin salir de las incubadoras, hacemos los juicios pertinentes y ejecuto mis Tareas. Es un proceso casi mecánico pero, como dije, no exento de cierto disfrute por mi parte. Cada día analizamos cientos de casos. Asesinos, violadores, acosadores, corruptos, secuestradores, abusones, plagiadores, ladrones, estafadores... Incluso delitos cometidos por menores. Examinamos sus archivos, sus expedientes, sus antecedentes, sus cuentas bancarias, sus familiares, sus círculos... Sus vidas por completo pasan ante nuestra cuidadosa y experta mirada. Juzgamos sus delitos, sus alternativas, sus posibles caminos, y dictamos sentencia. Cantidades abrumadoras de datos que asfixiarían a los cerebros menos aventajados, esos que pueblan el mundo exterior fuera de la Torre de Control. Pero no a nosotros.

Somos los Vigilantes y los Jueces invisibles. Si dejamos de hacer nuestra labor social, el Servidor nos desconecta y se hace cargo de nuestra conciencia. Quizá ya lo hizo conmigo, pero lo desconozco. Si, en cambio, como es mi caso, cumplimos nuestro propósito y ofrecemos un servicio de calidad, el Servidor nos permite disfrutar con cada ejecución o cada chip neural que reprogramemos. Sin embargo, hace tiempo ya que me acostumbré a los chutes de placer intravenoso. Además, desarrollé un gusto erótico por cada Tarea ejecutada. No necesito dejar de teclear o analizar dossiers para sentirlo. Ante mí, bajo mis dedos, tengo acceso a cientos de miles de millones de vidas ajenas a mi mirada y todas y cada una de ellas dependen de la Torre de Control, de mí. No son marionetas, pero el futuro de los delincuentes es nuestro, mío y es tan excitante darles su merecido, impartir justicia, que eso me basta. A veces soy clemente y les apago sin más en el sistema si lo merecen, con un solo botón, pero en la mayoría de los casos desato y me regodeo en escuchar una dulce melodía de sufrimiento sobre sus cuerpos desde mi teclado. Pobres ignorantes de su destino. Cada caso lo que merece.

Hacemos una labor social. El trabajo lo es todo. Todo para que nuestra maravillosa sociedad civilizada siga en pie.

lunes, 4 de abril de 2016

Mira que me gusta a mí acabar lo que escribo... Es ironía porque no suelo acabar las cosas xD Pero luego está esto. 




Un domingo cualquiera
Es un día como otro cualquiera. El despertador sonó hace un rato y llevas remoloneando una media hora en la cama. Es un día más, sí, pero es domingo, así que puedes permitírtelo... ¿O quizá no? No, espera, sí que puedes. Serás una persona olvidadiza, pero por eso mismo organizas las semanas para que los domingos no tengas que hacer casi nada. Así que, en principio, antes de este domingo no has olvidado hacer nada y lo tienes libre.

No obstante, tendrás que desayunar, ¿no? Hay otras cosas que requieren tu atención, además de tu propio organismo, como tu libro a medio escribir, otro a medio leer, organizar todo lo necesario para la semana que empieza mañana y disfrutar de tu día libre. Hasta el disfrute tienes que planificarlo, aunque obviamente no mucho.

Así pues, remoloneas un rato más hasta que te levantas. Seguidamente te duchas, cepillas esa cabeza peluda tuya, limpias tus gafas como es debido y vas a desayunar. Eh, que no se te olvide desenchufar el móvil y encenderlo. Unas tostadas con mermelada, un vaso de café con leche sin lactosa y un poco de chocolate. Sin pan, eh, que ya sabes que juntarlo con eso es una herejía.

Lo siguiente que haces, quizá, es vestirte. No tienes motivos realmente así que tú decides. Lo que sí haces es sentarte en la mesa de la cocina y empezar a mordisquear las tostadas con una mano mientras con la otra manipulas el móvil. Los movimientos de tu pulgar y de la mano encargada de alimentarte en principio son lentos y torpes, pero pronto el desayuno hace su magia y te vas despertando. Te vuelves más ágil tanto a nivel físico como mental. Y entonces te fijas en algo.

Tienes muchas llamadas perdidas. Del mismo número, además. Frunces el ceño: no está en tu agenda de contactos. No es que tengas una agenda "mental", sino que apuntas en la del móvil todos los números con que te cruzas. Todos. Pero ese no aparece. Decides dejarlo de lado como la "confusión insistente" de alguien y te dispones a comprobar tus aplicaciones sociales de uso diario. Quizá incluso podrías preguntar si alguien conoce la identidad de ese teléfono.

Una vez que estás al día con todas tus apps, abres el grupo de WhatsApp en el que tienes a más gente, les das los buenos días y les planteas la cuestión del número de teléfono. En el mismo instante en que envías el mensaje, te llega un sms que, por su tono de rock fuerte, te sobresalta. Acto seguido abres el sms.

¿A qué juegas?

Parpadeas varias veces. No hay por dónde cogerlo. "¿A qué juegas?" A nada, obviamente. ¿Quién te habrá enviado el mensaje? Vas a comprobarlo... Y es el mismo móvil de antes. Piensas responderle con un mensaje de educada disculpa del tipo "ha debido equivocarse de número" pero de pronto te llega un mensaje de Whatsapp. Y otro. Y otro. Y otro. Tantos que acabas por silenciar el tono propio de la app y desactivar la vibración por el estrés que te está causando. Ni te paras a fijarte en la identidad de quien te haya enviado esos mensajes tan rápidamente. Solo te fijas en el contenido. Tienes tanta práctica con tus contactos de esa app que podrías reconocerles solo por sus palabras.
¿A qué juegas?

Otra vez el mismo mensaje... Y no debería hacerte falta comprobarlo, pero lo haces: el mismo número. Le vas a responder, sí, pero primero tienes que leer los demás mensajes.

Llegas tarde

Que tú sepas no llegas tarde a ninguna parte... ¿O quizá sí? Supuestamente este domingo lo tenías libre... ¿Verdad? ¡¿Verdad?! Te empieza a entrar el pánico. ¿Y si te están llamando de alguna reunión informal o de alguna quedada de amigos? ¿Por qué no te llaman con un móvil que conozcas, entonces? Quizá se ha quedado sin batería o le ha pasado algo y te está llamando con otro teléfono... Tú lo has hecho a veces.

Yo de ti corría

Sí, claro, y yo de ti decía quién soy antes de nada.  ¿Pero a dónde vas a ir? Si no sabes o, mejor dicho, no recuerdas a dónde tienes que ir, de poco sirve correr. Puedes acabar el desayuno y vestirte rápidamente, pero la elección de la ropa dependerá de a dónde tienes que ir... Mejor, decides, le preguntarás qué sucede. Pero en cuanto empiezas a escribir, presa de un ataque de inseguridad, la persona al otro lado de la conexión aparece como "escribiendo". Te detienes, seleccionas tu mensaje a medio escribir, lo copias al portapapeles y lo borras. Lo mandarás cuando la otra persona no esté escribiendo, por si acaso lo suyo es más urgente. Podría estar pasando de todo...

Dnd stas?
Va a morir gente x esto

Se te corta la respiración. No puede ir en serio, tiene que ser alguna broma. Tienes amistades bromistas, sí. Se está currando tanto la broma que ha escrito el mensaje de forma que parezca hecho con prisas. Y encima con ese toque dramático en la segunda frase... Pero la segunda precisamente... Algo no está bien... No... No puede ser una broma, no tienes amistades tan chaladas. ¿Verdad? Pero tampoco puede ir en serio. O sea, tiene que haber un error. No hay ningún motivo para que tu presencia en algún sitio... s-salve vidas. No tiene sentido. Pero tienes que escribirle, averiguar qué ocurre. ¿Y si...

Baja a la cabina de teléfono de la calle Meandro
Habrá un coche esperando
Un ford negro
Corre!

¡Que corras! ¿Pero cómo espera que bajes a esa calle y te metas en un coche, sin más? ¡No sabes lo que está pasando! ¡Por no saber no sabes ni quién es! Tienes que escribirle. Decirle que se deje de bromas. No sería la primera vez que vas a un cine a una supuesta quedada y no hay nadie.

Te veo escribir
NO ESCRIBAS
CORRE

¡Por todos los dioses! Engulles a toda prisa lo que te queda de desayuno y corres al dormitorio de forma tan repentina que tropiezas con varios muebles en el camino. No llegas a caerte, pero las piernas te odian un poco más. Eso dejará moretones... Pero tienes que vestirte. Algo cómodo y fresco, que es verano y se nota. Con suerte podrás aclararlo todo con esa persona en la calle. Con más suerte es todo una broma y te toque volver a casa con deseos homicidas. Mientras, pese a todo lo que te han dicho, decides enviar un mensaje. Te tiembla el cuerpo entero y las manos aún más, pero consigues vestirte y enviarlo al cabo de un rato.

Necesito una explicación. No sé qué pasa. Si es una broma, dejadlo ya.

Está hecho. Tomas aire un par de veces y te sientas para calzarte. Sin embargo, ningún mensaje llega ese a que antes te llegaban sin apenas pausa. Quizá le ha pasado algo, piensas. Quizá está pensando en cómo continuar la broma mientras se ríe de ti. Quizá hay alguna otra posibilidad que no se te ocurre. O sí. Raudo, vas a comprobar las llamadas perdidas de ese número y la hora de cada una. Ahora son casi las trece horas. El número desconocido te estuvo llamando desde las nueve hasta las once de la mañana y, por algún motivo, paró justo a las once y cincuenta y ocho. En total tienes unas... Átate esos cordones o llegarás sin piernas a la calle... En total unas treinta llamadas. ¿Qué puede ser tan urgente, piensas, para que alguien te llame con tanta insistencia? Pero entonces recuerdas cierto mensaje...

"Va a morir gente x esto"

Obviamente, no le ves sentido. Pero explicaría la insistencia en llamarte y el tono de los mensajes. Tiene que ser o bien una equivocación o bien una broma, porque no hay forma alguna de que tenga que ver contigo si es algo en serio. Y, aun así... Se te ocurre algo espeluznante. Algo que no se te había ocurrido antes. ¿Y si se trata de algo tan serio como algo... digamos, relacionado con terrorismo? ¿Y si algo muy, pero que muy serio va a pasar porque te estén llegando a ti esos mensajes y no a la persona para la que en principio están destinados? Tiene que ser eso, ¡tiene que serlo! ¡Se han equivocado de número en el peor momento posible! Tienes que moverte. ¡Escribe!

Creo q se equivoca de número. No entien

Acabas de escuchar una explosión. Por suerte, ha sido lejana. Tiene que haberlo sido o estarías por los suelos. Pero has escuchado sobradamente el ruido y del sobresalto has enviado el mensaje sin acabar. Si antes no te habías percatado de ello, ahora sí: estás respirando agitadamente. Con paso inseguro y con un pie sin calzar, te acercas lentamente a la ventana. Esperas ver humo o algo que te ayude a entender qué está pasando, y entonces lo ves. Calle abajo hay un coche ardiendo... Por suerte no parece haber nadie herido alrededor. De hecho, la calle está vacía. Te giras, vuelves a sentarte en la cama e intentas ponerte el otro tenis. Tienes que tranquilizarte para poder actuar, pero ojalá fuera tan fácil hacerlo.

Eso es, ropa y calzado listo. Ya puedes hacer lo que necesites. ¿Vas a salir a la calle a buscar ese coche? La calle Meandro está justo ahí abajo, justo... No puede ser... Corres hacia la ventana y buscas el humo, luego desciendes y das con el coche en llamas. Suspiras... No, menos mal, esa no es la calle Meandro. Habría sido demasiada coincidencia, demasia...

[Suena la melodía de llamada. El tono es rock fuerte]

¿¡PERO QUIÉN... Es el número. El. Maldito. Número. Lo coges, claro que lo coges, pero al momento tienes que alejar el aparato de ti porque lo que oyes son gritos y más gritos. Te contagian tanto su angustia que se te cae el móvil, aunque te agachas para recogerlo y dejarlo en la cama. No puedes soportar oír eso, pero necesitas el condenado aparato para salir de esa situación. Pasan los segundos y parece que la fuente de los gritos se aleja. ¿O quizá la persona que lleve el móvil se aleje? Sea como sea, te está hablando. No alcanzas a escuchar lo primero, pero sí lo que sigue cuando te acercas el aparato a la oreja.

—¿¡Dónde carajo estás?! ¡Corre, sal de...! ¡Vienen a por todos, van a por...!

Se cortó. No, no, ahora no...  

—¿Hola? ¡¿Hola?! ¡RESPONDE, MALDITA SEA!

¡¿HOLA?! Joder, joder, no responde. ¡Joder! ¿Qué demonios está pasando? Cuelga el teléfono, diablos. Al menos lo has intentado... Esto es... de locos. ¡¿Te parece solo de locos?! No sabes cómo pero no te ha dado aún un ataque al corazón ni nada similar. ¿Quizá sea por la adrenalina? ¡Ni siquiera sabes si se te ha disparado la adrenalina! Estás sudando, tienes la cara empapada, decir que sudas mucho sería una ridiculez absurda. Por si fuera poco, estás cerca de hiperventilar, así que lo mejor será silenciar el móvil y alejarte de ese número del demonio...

No, lo mejor será pararse a pensar y tranquilizarse en la medida de lo posible. ¿Qué vas a hacer? No tienes ni la más remota idea de qué está pasando ahí fuera. No sabes quién te ha estado hablando, no sabes por qué ha explotado ese coche tan cerca, tan cerca de tu casa, y ni mucho menos sabes por qué gritaba esa gente... Pero tienes que hacer...

[La puerta de tu casa acaba de abrirse]

Espera, ¿qué? Tragas saliva. ¿Cómo sabes que...? Ha sido un flash, una sensación. No vives con nadie más y las únicas personas que tienen tus llaves avisarían con días de antelación ya que viven en otros países. Tragas saliva otra vez. Pero joder, piensa. ¿Cómo que sabes que se ha abierto? No lo has escuchado y, por descontado, no lo has visto. Pero sabes que se ha abierto, de alguna forma lo sabes, lo sientes. ¿Corriente, quizá? Maldita sea... ¿Has notado eso otro? Hay alguien a punto de entrar, o de salir; una puerta no se abre por gusto. Piensa. Tienes la costumbre de cerrar todas tus puertas, así que la del pasillo y la tu dormitorio también lo están. Tienes eso a tu favor si es que alguien ha entrado... Vamos, reacciona, haz algo, tienes unos segundos... Bien, te mueves. Con los ojos como platos y el corazón en la garganta, pero te mueves, te giras y das un paso... ¿Pero hacia dónde? Eso ya lo decides tú.


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Pues eso. No es que acabe realmente. Final abierto y tal. Lo que sí sé es que de momento no voy a seguirlo ya que la idea era dejarlo justo donde lo he dejado.

© Santiago Gómez Campos, 2016

martes, 18 de diciembre de 2012

Tick tock goes the clock



Ya lo puse en otro sitio pero no pasa nada por ponerlo por aquí. Me desperté pensando en eso así que lo pasé a móvil. Como es fácil, no lo traduciré. La música de abajo a lo creo que sirve de acompañamiento.

Tick, tock.


Tick tock goes the clock,
Unstoppable its walk.

Tick, tock.

Tick tock the bird flies
Through the blue skyes. 

Tick, tock.

Tick tock dances the cloud
Over the proud crowd. 

Tick, tock.

Tick tock goes the clock
But we won't walk.





©Santiago Gómez, 2012

lunes, 26 de noviembre de 2012

Miradas...

Poema escrito en los viajes en bus desde casa hasta la uni y viceversa...


Miradas

Bajas de las áridas montañas,
serpenteas por el antiguo río.
Un árbol, dos árboles, edificios.
Coches, mariposas, comida basura.
Ojos verdes.


Bajas de las áridas montañas,
serpenteas por el antiguo río. 
Un árbol, dos árboles, edificios. 
Coches, mariposas, comida basura. 
Ojos castaños. 


Miradas desconocidas, 


fugaces, 


huidizas. 
Las vías, toblerone, niños.
Una redonda, otra redonda, palmeras.
Una sirena bailando con las olas.
Otro río, el horizonte infinito.
Ojos azules.



Las vías, toblerone, niños. 
Una redonda, otra redonda, palmeras. 
Una sirena bailando con las olas. 
Otro río, el horizonte infinito. 
Ojos castaños. 


Miradas. 
Y piensas, 
¿qué sueñan? 



©Santiago Gómez, 2012

martes, 11 de septiembre de 2012

Comestibles El Curioso

Esto se me ha ocurrido hablando de una noticia más o menos reciente, tiene su tiempo ya y está como muerta en los telediarios, pero sigue el protagonista de esta sigue vivo.

Comestibles El Curioso

Era una calurosa mañana veraniega, no hacía ni pizca de viento y el sol hacía rato que había salido. Y no solo el sol, ya que por la ausencia de ruidos deduje que estaba solo. Así que salté de la cápsula de sueño y una rápida ducha recién condensada. Realmente no tenía prisa, pero tenía que aprovechar que la casa era mía hasta que llegasen los demás.
—¿Primera comida? Naaah, llamo a la gente y ya comemos algo.
Zzz


La sala de comunicación me recibió con los brazos abiertos, ambos felices la una del otro, ya que apenas se usaba si no era por mí. Llamé a Ygarg, Pletz, Despeus, Yakal, Gurb, Halo, así como a sus parejas. ¡Hay sitio para todos!, les dije. Y vaya que lo había, la casa la formaban seis módulos, gracias al desarrollo de la máquina de condensación de agua que hizo el Primer Familiar.


Antes de que llegasen preparé todo lo necesario: vasos, platos, la mesa frente a la pantalla visual, los dispositivos de juego virtual y la holomúsica. Sería un buen día, pero mi estómago rugía con hambre, recién despierto.
¡Irresponsable! Normal que te digan que estás delgado... ¡Come algo!
—Calla, calla. Ahora pedimos comida. ¿O quieres que queme el módulo de comida?
¡Bah! Y vístete, que se te olvidó.-Ups.

Corrí a hacerlo y me puse unos pantalones de piel de wanza así como las cubregarras en los pies. Justo entonces sonó el timbre y salí a la velocidad de la luz hacia la puerta. Saludé con abrazos a cada uno de los recién llegados y luego se acomodaron donde estaba todo listo. Faltaba Halo, que llegó al poco acompañado del MER-2, el cual transportaba las bebidas congeladas. Le recibieron con vítores mientras encendían la pantalla y se disponían a cazar wanzas y pargues pero no me fijé mucho del escenario que escogieron, ya que estaba ocupado repartiendo y descongelando las bebidas.
Comida... Mi masajeador intestinal por algo de comida...
—Calla, Pletz llamó a "Comestibles el Curioso", ya llegará.

Los demás estómagos se reían con nuestros debates, o compartían comentarios mientras nosotros jugábamos. La algarabía de sus voces graves y las nuestras chillonas era todo un espectáculo, ¿pero qué mejor que pasar unas horas en compañía de tus mejores amigos?

Pronto volvieron a llamar al timbre y, al grito de "¡comida!" de Alien, que ese era su nombre, abrí al robot. Este había aparecido muchos años atrás, venido del cielo como el MER-2, pero como parecía estropeado -solo iba de un lado para otro tomando fotos, por eso le llamamos "El Curioso"- lo reciclamos y lo mejoramos: robot a imagen y semejanza nuestra con un arsenal de comestibles a domicilio. Nunca supimos quién nos mandaba esos robots estropeados, pero mientras les dejásemos libertad y seguir tomando fotos, seguían funcionando. Era tan sencillo... Les poníamos una pantalla visual adherida a su cuerpo mostrando imágenes del Páramo y era suficiente. El primero que llegó se estropeó al llevarlo directamente a nuestros módulos de investigación, así que lo reiniciaron y rediseñaron.

Comida daeliciosa. Comida, bebida, caza deportiva virtual y amigos. ¿Qué más se puede pedir?
—¿Que nos echen un robot de estos más a menudo?
¡Eso! Uno que no se estropee al echarnos fotos, ¡ni que fuéramos feos humanos!


FIN
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El Curiosity
Y el MER-2

lunes, 28 de noviembre de 2011

Vale, sigamos...



¿Qué ves?

¿Qué ves,
cuando cierras tus ojos, ojos otoñales, océanos delirantes, olivos en flor, 
qué ves?
¿Flagrantes rayos de sol, colores fulgurantes, turbias siluetas, recuerdos 
del presente?
¿Qué ves,
cuando abres tus ojos, cuando la luz te abruma, el presente te embarga, 
enloquece, emborracha, explota?
¿Qué ves, cuando las notas trepan por la guitarra, los rosados dedos 
acarician la música, cuando cierras los ojos y en la belleza te sumerges? 


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¡Despierta!
Hey, despierta, stand up!
¿No escuchas el rumor del viento,
el piar de los pájaros,
el susurro de los árboles,
el maldito despertador?

¡Levanta, despierta, retorna a la vida!
¡Enciende la radio, lávate, desayuna y cámbiate!
Sal a comerte el mundo,
cantando bajo la lluvia,
bailando bajo el sol,
¡pero no te olvides tu MP3!

Life is now dicen en el norte,
la vida es Rock, te lo digo yo.
Ponle banda sonora a tu vida,
canta, baila, grita, ¡música, maestro!

Carpe diem decían los romanos, ¿recuerdas?
Añádele pasión y música y...
¿Y? (solo de batería)
Canta, baila, vive, ¡música, maestro!

Duerme con Fear of the Dark
sueña con Sweet Dreams
despierta con Master of Puppets,
¡y no te olvides de viajar con el Barón Rojo!

Pero si en la oscuridad caes
y a nada puedes agarrarte,
recuerda este Rock
¡y retorna a la vida!

Are you alive now? She's alive! He's alive!
La Música está viva,
deja que el Rock te invada,
ponle banda sonora a tu vida y
¡música, maestro!


© Santi Gómez, 2011

domingo, 27 de noviembre de 2011

El blog resucitado

El blog vuelve a la vida y se preven nubes de tormenta en las próximas publicaciones. Por un lado estoy escribiendo algo ligado a "diciembre" y por otro tengo ya algo escrito que me gustaría publicar. Y acabaré publicándolo, pero si dejo de dar señales de vida culpen a la sociedad del momento. El post prohibido, por así llamarlo, demostrará muchas cosas tras su publicación y espero no ver nubes de tormenta y malos sentimientos. Que los habrá, sin duda, seamos realistas, si los ha habido siempre, ¿por qué no ahora? El post de diciembre depende por entero del siguiente post. A alguien le dije que se me había ocurrido un relato muy corto pero que no le dejaría leerlo. Pues bien, en un alarde de locura voy a publicarlo. Sobre todo porque una buena amiga me anima a ello. Y porque ya está bien de vivir detrás de cientos de máscaras. Pero me doy cuenta de que esto sirve de presentación, así que juntaré los dos post en este, mientras la tormenta comienza a tronar sobre nuestras cabezas...Si os cae algún rayo no será culpa mía, aviso.
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Crónica de una noche


Cuarteto de jazz, nos dijeron. Un almeriense, anónimo por estos lares, guitarrista, acompañado de músicos desconocidos hasta el minuto 1 del concierto. Pero vayamos por partes. Una merienda rápida a base de un buen bocata de manteca de la abuela, hecha por nuestra madre, un buen vaso de leche de cabra y a vestirse, que íbamos con la hora justa. Viaje con power metal de fondo, me encanta ir en coche con esa música, ya veré cómo se me da cuando yo sea el conductor. Y, por fin, el enorme auditorio municipal, con sus ventanales iluminados, su metálico centinela, alguien famoso pero que ahora no recuerdo; y dos R2-D2, sí, dos, en la acera de enfrente, que de aquel famoso droide solo tienen la forma, pues en realidad son un conjunto de focos que, cuando funcionaban, daban un buen aspecto a la fachada de ladrillo del auditorio. Hablando de aceras, esa expresión de “ser de la otra acera” cada vez se oye menos, por no decir que ya ni se escucha. ¿O quizá me equivoque? Da igual, yo prefiero ir por la carretera, las aceras a ambos lados resbalan y están sucísimas, además de plagadas de minas nauseabundas. Carretera, soy persona que vive entre ambas aceras. Polipiensen o malpiensen, lo que sea, pero piensen. El caso... Parada del coche, nos bajamos y doy los billetes, tickets, entrada, como se llame, aunque mejor dicho sería “invitaciones”, ya que eran gratis. Pero claro, no iban a ser gratis los mejores sitios, así que nos toca en el comúnmente conocido “gallinero”. No sé por qué se le llama así, yo le llamaría “anti-altos”, porque yo ni cabía hace años ni sigo sin caber entre mi asiento y el de debajo. Nueve menos cuarto. Suelto mi comentario de la impuntualidad de la gente, pues no había nadie más que nosotros ya sentados y a esperar, quizá entrase alguien conocido. Pero horror... a menos diez comienzan a pasar (a los mejores sitios, claro, los más cercanos al escenario) cuarentones, carcas, calvas relucientes, cabelleras vampíricas... Nadie de nuestra edad y eso que aparento diecinueve o veinte, según mis compañeros. Me acomodo como puedo, que por mero decoro no estiro las piernas sobre el sillón vacío de delante, y espero a que lleguen las nueve. Pero de pronto, oh, milagro, gente joven, de veintipocos (palabra cuya existencia desconozco, pero la RAE acabará aceptando de no existir) de muy buen ver. No les he podido ver los ojos, que es en lo que más me suelo fijar de una persona, pero, compréndanme, no es lo mismo describir a una chica de buen ver que a un chaval. Chicas habría, sin duda, pero no en el gallinero. Suelo decir que no soy superficial así que el simple hecho de intentar describir a alguien “de buen ver” me resulta complicado... una catástrofe absoluta. Probemos: a los chavales del auditorio no, pero a un mozo, para no repetir “chaval”, que coincidía conmigo en el bus... Uf, tenía unos ojos de esos que no le puedes aguantar la mirada pero te vuelven loco, o loca, según gustos. Y también tenía buena tez, ciertamente, y barbita, de forma cariñosa, no de forma diminutiva. Pero dejé de coger ese temprano autobús y ya no coincidimos... Total, el campus es inmenso en cuanto a estudiantes. Soñar es gratis, dicen. Falso, mentira todo. Soñar será gratis pero para eso hay que soñar o al menos recordar lo soñado, cosa que conmigo últimamente no sucede. En fin... sea como fuere, a las nueve en punto (otro milagro almeriense, aquí te citan a tal hora y hasta que no pasan dos horas no sucede nada...), el guitarrista entra y toca lo suyo. No soy fan del flamenco pero sí de la guitarra española. Y tocaba bien, pero eso, “bien”. Tocó un rato en solitario y después le acompañaron un batería, un saxo y un bajo. Imaginen semejante cuarteto. Lo único que merecía la pena era el saxo y la batería, que combinaban bien. El bajo apenas se oía y la clásica... solo cuando el ego del almeriense clamaba venganza lográbamos escuchar algo. Solos espectaculares de batería, de bajo, de saxo, de la clásica casi todo el concierto, pero esto es como los exámenes de hoy en día. Te estudias la materia, llegas al examen y lo escupes todo de golpe, sin ton ni son. Aquí lo mismo, solo que el estudiante al meno le da un orden a su respuesta, pero este concierto no tenía ni orden ni concierto alguno: cada cual tocaba su papel en solitario, pero junto con los demás. Como se dice coloquialmente, todos iban a su bola. Y en estas entran por el pasillo de la izquierda, a unos metros, dos individuos que me daban mala espina, pues en vez de buscarse un asiento se quedan mirando el espectáculo desde la barandilla. ¿Por qué la mala espina? Porque soy un paranoico y uno de ellos no paraba de toquetearse uno de los bolsillos de la chaqueta. Y a alguien tan paranoico eso le induce a pensar que pueda llevar un arma. Al cabo de un rato uno descubre unas sillas vacías a unos dos metros y se sientan. La paranoia desciende cuando creo distinguir a un compañero de clase y me tranquilizo, relajando el cuerpo lo que el asiento me permite. ¡Ah! Se me olvidó decirlo antes... ¿Han estado alguna vez en un auditorio completamente a oscuras excepto por las luces de los numeritos de las escaleras y el foco que ilumina al guitarrista? La respuesta da igual, simplemente es para presentar lo siguiente: un juego. Sí, una especie de juego consistente en mirar sin parpadear al guitarrista, enfocado por un potente foco, y notar cómo a la vez la mínima luz que hay a tu alrededor en el campo de visión comienza a ser engullida por la oscuridad reinante, aglutinándose alrededor de la iluminada figura sobre el tablado. Lo malo es parpadear, pues se acaba el efecto. Siendo friki, habría estado bien que un sincorazón saliese de esa hambrienta oscuridad y se llevase al almeriense, el cual clamó un “viva Almería” al final. Y con razón: la ciudad está muerta. Todo queda, dicen, menos nosotros. El tiempo vuela, la vida corre, literal y metafóricamente, todos los cuentos acaban igual: todos muertos, perdices incluidas. No sé ni qué hago escribiendo semejante estupidez. Sé que voy a morir, pero no tengo prisa... Y el mero hecho de que esto vea la luz hace inminente mi muerte. Qué arduo es vivir así. Pero hay que vivir y para vivir hay que sobrevivir, ergo comer y como yo siempre digo: prefiero una dieta equilibrada, ya sea carne, pescado, como principales platos, y luego los demás platos, verduras, hortalizas, fruta, plátano y fresa en especial y... lo siento por los del Paraíso, pero prefiero los pecados capitales. Total, somos polvo de estrellas, “científicamente demostrado” y dudo que las estrellas sean hijas de alguna divinidad celestial (del cielo). Ya no sé ni de lo que hablo, o escribo, aunque esté hablando en voz alta a la vez que escribo para organizar mis ideas. Ideas muy mías, propias, “rebeldes”, “está en la edad”, como quieran llamarlas. Pero hasta que me capturen disfrutaré de la vida. Y bueno, quizá haya quien diga que he perdido dos horas en el concierto, si tanto lo critico, pero oye, tenía buenas vistas de vez en cuando y estaba con mi hermana, con la cual paso poco tiempo y disfruto de su compañía aunque sea mínima. Huelga decir que la quiero, pero lo digo y lo diré, la quiero. Aunque no sabe en qué boca del lobo se mete al llamarme “vampiro” o al confundir a mi amado Lestat con el malnacido Edward (malnacido por ser un vampiro malformado, no por otra cosa). Y va siendo hora de cortar el grifo, de cortarme las manos y dejar de escribir. No sé ni por qué he escrito esto, quizá solo hay una razón: desahogarme. Aunque eso no me quita el miedo de que esto sea leído, por supuesto y por desgracia. Bueno, mejor me voy a dormir, a ese mundo de sueños que quizá me deleite mañana con un buen recuerdo... Hasta aquí la anacrónica crónica de una noche, servidor se despide, buenas noches.

PD: Ni que esto fuese un maldito diario...
PD2: Sí, le he cambiado el título, pero es que "anacrónica crónica blabla" no tiene gancho. Y sí, hay palabras inventadas, pero bleh.
PD3: Y ese miedo húmedo de sudor al poner el cursor sobre el botón de publicar... ¿Miedo o máscaras? Toca decidirse... Y quizás me llamen exagerado, pero lo escrito me ha salido del alma, que no de ese órgano bombeador llamado corazón. Es más, que se joda el mundo (de opinión contraria a la mía, claro).
FIN