lunes, 11 de septiembre de 2017

Una labor social

Hora de desempolvar un poquito el blog. Relato de una página experimentando con lo de tachar palabras y que haya más de un narrador.


Labor Social
Se podría decir que los primeros días en la oficina el trabajo te podía parecer demasiado exigente, escabroso, incluso inmoral, pero según pasan los meses y te acostumbras, le acabas cogiendo gustillo. Morbo, también, aunque ese calificativo no queda bien en los informes. Sin embargo, no recuerdo haber sentido nada de lo que acabo de decir en mis primeras jornadas. No recuerdo tampoco cómo llegué ni el proceso de selección ni nada de aquella época. Ni siquiera sé cuánto tiempo llevo trabajando en la Torre de Control, pero no me importa realmente. Sí les puedo decir que el proceso de selección debe ser arduo, porque aquí nos reunimos las mejores mentes del planeta, pero nunca hablamos, nunca interactuamos, a ningún nivel. Tan solo nos vemos trabajar desde nuestras estanterías. El trabajo lo es todo.


Nos despertamos cada turno, nos conectamos al Servidor y, sin salir de las incubadoras, hacemos los juicios pertinentes y ejecuto mis Tareas. Es un proceso casi mecánico pero, como dije, no exento de cierto disfrute por mi parte. Cada día analizamos cientos de casos. Asesinos, violadores, acosadores, corruptos, secuestradores, abusones, plagiadores, ladrones, estafadores... Incluso delitos cometidos por menores. Examinamos sus archivos, sus expedientes, sus antecedentes, sus cuentas bancarias, sus familiares, sus círculos... Sus vidas por completo pasan ante nuestra cuidadosa y experta mirada. Juzgamos sus delitos, sus alternativas, sus posibles caminos, y dictamos sentencia. Cantidades abrumadoras de datos que asfixiarían a los cerebros menos aventajados, esos que pueblan el mundo exterior fuera de la Torre de Control. Pero no a nosotros.

Somos los Vigilantes y los Jueces invisibles. Si dejamos de hacer nuestra labor social, el Servidor nos desconecta y se hace cargo de nuestra conciencia. Quizá ya lo hizo conmigo, pero lo desconozco. Si, en cambio, como es mi caso, cumplimos nuestro propósito y ofrecemos un servicio de calidad, el Servidor nos permite disfrutar con cada ejecución o cada chip neural que reprogramemos. Sin embargo, hace tiempo ya que me acostumbré a los chutes de placer intravenoso. Además, desarrollé un gusto erótico por cada Tarea ejecutada. No necesito dejar de teclear o analizar dossiers para sentirlo. Ante mí, bajo mis dedos, tengo acceso a cientos de miles de millones de vidas ajenas a mi mirada y todas y cada una de ellas dependen de la Torre de Control, de mí. No son marionetas, pero el futuro de los delincuentes es nuestro, mío y es tan excitante darles su merecido, impartir justicia, que eso me basta. A veces soy clemente y les apago sin más en el sistema si lo merecen, con un solo botón, pero en la mayoría de los casos desato y me regodeo en escuchar una dulce melodía de sufrimiento sobre sus cuerpos desde mi teclado. Pobres ignorantes de su destino. Cada caso lo que merece.

Hacemos una labor social. El trabajo lo es todo. Todo para que nuestra maravillosa sociedad civilizada siga en pie.