lunes, 4 de abril de 2016

Mira que me gusta a mí acabar lo que escribo... Es ironía porque no suelo acabar las cosas xD Pero luego está esto. 




Un domingo cualquiera
Es un día como otro cualquiera. El despertador sonó hace un rato y llevas remoloneando una media hora en la cama. Es un día más, sí, pero es domingo, así que puedes permitírtelo... ¿O quizá no? No, espera, sí que puedes. Serás una persona olvidadiza, pero por eso mismo organizas las semanas para que los domingos no tengas que hacer casi nada. Así que, en principio, antes de este domingo no has olvidado hacer nada y lo tienes libre.

No obstante, tendrás que desayunar, ¿no? Hay otras cosas que requieren tu atención, además de tu propio organismo, como tu libro a medio escribir, otro a medio leer, organizar todo lo necesario para la semana que empieza mañana y disfrutar de tu día libre. Hasta el disfrute tienes que planificarlo, aunque obviamente no mucho.

Así pues, remoloneas un rato más hasta que te levantas. Seguidamente te duchas, cepillas esa cabeza peluda tuya, limpias tus gafas como es debido y vas a desayunar. Eh, que no se te olvide desenchufar el móvil y encenderlo. Unas tostadas con mermelada, un vaso de café con leche sin lactosa y un poco de chocolate. Sin pan, eh, que ya sabes que juntarlo con eso es una herejía.

Lo siguiente que haces, quizá, es vestirte. No tienes motivos realmente así que tú decides. Lo que sí haces es sentarte en la mesa de la cocina y empezar a mordisquear las tostadas con una mano mientras con la otra manipulas el móvil. Los movimientos de tu pulgar y de la mano encargada de alimentarte en principio son lentos y torpes, pero pronto el desayuno hace su magia y te vas despertando. Te vuelves más ágil tanto a nivel físico como mental. Y entonces te fijas en algo.

Tienes muchas llamadas perdidas. Del mismo número, además. Frunces el ceño: no está en tu agenda de contactos. No es que tengas una agenda "mental", sino que apuntas en la del móvil todos los números con que te cruzas. Todos. Pero ese no aparece. Decides dejarlo de lado como la "confusión insistente" de alguien y te dispones a comprobar tus aplicaciones sociales de uso diario. Quizá incluso podrías preguntar si alguien conoce la identidad de ese teléfono.

Una vez que estás al día con todas tus apps, abres el grupo de WhatsApp en el que tienes a más gente, les das los buenos días y les planteas la cuestión del número de teléfono. En el mismo instante en que envías el mensaje, te llega un sms que, por su tono de rock fuerte, te sobresalta. Acto seguido abres el sms.

¿A qué juegas?

Parpadeas varias veces. No hay por dónde cogerlo. "¿A qué juegas?" A nada, obviamente. ¿Quién te habrá enviado el mensaje? Vas a comprobarlo... Y es el mismo móvil de antes. Piensas responderle con un mensaje de educada disculpa del tipo "ha debido equivocarse de número" pero de pronto te llega un mensaje de Whatsapp. Y otro. Y otro. Y otro. Tantos que acabas por silenciar el tono propio de la app y desactivar la vibración por el estrés que te está causando. Ni te paras a fijarte en la identidad de quien te haya enviado esos mensajes tan rápidamente. Solo te fijas en el contenido. Tienes tanta práctica con tus contactos de esa app que podrías reconocerles solo por sus palabras.
¿A qué juegas?

Otra vez el mismo mensaje... Y no debería hacerte falta comprobarlo, pero lo haces: el mismo número. Le vas a responder, sí, pero primero tienes que leer los demás mensajes.

Llegas tarde

Que tú sepas no llegas tarde a ninguna parte... ¿O quizá sí? Supuestamente este domingo lo tenías libre... ¿Verdad? ¡¿Verdad?! Te empieza a entrar el pánico. ¿Y si te están llamando de alguna reunión informal o de alguna quedada de amigos? ¿Por qué no te llaman con un móvil que conozcas, entonces? Quizá se ha quedado sin batería o le ha pasado algo y te está llamando con otro teléfono... Tú lo has hecho a veces.

Yo de ti corría

Sí, claro, y yo de ti decía quién soy antes de nada.  ¿Pero a dónde vas a ir? Si no sabes o, mejor dicho, no recuerdas a dónde tienes que ir, de poco sirve correr. Puedes acabar el desayuno y vestirte rápidamente, pero la elección de la ropa dependerá de a dónde tienes que ir... Mejor, decides, le preguntarás qué sucede. Pero en cuanto empiezas a escribir, presa de un ataque de inseguridad, la persona al otro lado de la conexión aparece como "escribiendo". Te detienes, seleccionas tu mensaje a medio escribir, lo copias al portapapeles y lo borras. Lo mandarás cuando la otra persona no esté escribiendo, por si acaso lo suyo es más urgente. Podría estar pasando de todo...

Dnd stas?
Va a morir gente x esto

Se te corta la respiración. No puede ir en serio, tiene que ser alguna broma. Tienes amistades bromistas, sí. Se está currando tanto la broma que ha escrito el mensaje de forma que parezca hecho con prisas. Y encima con ese toque dramático en la segunda frase... Pero la segunda precisamente... Algo no está bien... No... No puede ser una broma, no tienes amistades tan chaladas. ¿Verdad? Pero tampoco puede ir en serio. O sea, tiene que haber un error. No hay ningún motivo para que tu presencia en algún sitio... s-salve vidas. No tiene sentido. Pero tienes que escribirle, averiguar qué ocurre. ¿Y si...

Baja a la cabina de teléfono de la calle Meandro
Habrá un coche esperando
Un ford negro
Corre!

¡Que corras! ¿Pero cómo espera que bajes a esa calle y te metas en un coche, sin más? ¡No sabes lo que está pasando! ¡Por no saber no sabes ni quién es! Tienes que escribirle. Decirle que se deje de bromas. No sería la primera vez que vas a un cine a una supuesta quedada y no hay nadie.

Te veo escribir
NO ESCRIBAS
CORRE

¡Por todos los dioses! Engulles a toda prisa lo que te queda de desayuno y corres al dormitorio de forma tan repentina que tropiezas con varios muebles en el camino. No llegas a caerte, pero las piernas te odian un poco más. Eso dejará moretones... Pero tienes que vestirte. Algo cómodo y fresco, que es verano y se nota. Con suerte podrás aclararlo todo con esa persona en la calle. Con más suerte es todo una broma y te toque volver a casa con deseos homicidas. Mientras, pese a todo lo que te han dicho, decides enviar un mensaje. Te tiembla el cuerpo entero y las manos aún más, pero consigues vestirte y enviarlo al cabo de un rato.

Necesito una explicación. No sé qué pasa. Si es una broma, dejadlo ya.

Está hecho. Tomas aire un par de veces y te sientas para calzarte. Sin embargo, ningún mensaje llega ese a que antes te llegaban sin apenas pausa. Quizá le ha pasado algo, piensas. Quizá está pensando en cómo continuar la broma mientras se ríe de ti. Quizá hay alguna otra posibilidad que no se te ocurre. O sí. Raudo, vas a comprobar las llamadas perdidas de ese número y la hora de cada una. Ahora son casi las trece horas. El número desconocido te estuvo llamando desde las nueve hasta las once de la mañana y, por algún motivo, paró justo a las once y cincuenta y ocho. En total tienes unas... Átate esos cordones o llegarás sin piernas a la calle... En total unas treinta llamadas. ¿Qué puede ser tan urgente, piensas, para que alguien te llame con tanta insistencia? Pero entonces recuerdas cierto mensaje...

"Va a morir gente x esto"

Obviamente, no le ves sentido. Pero explicaría la insistencia en llamarte y el tono de los mensajes. Tiene que ser o bien una equivocación o bien una broma, porque no hay forma alguna de que tenga que ver contigo si es algo en serio. Y, aun así... Se te ocurre algo espeluznante. Algo que no se te había ocurrido antes. ¿Y si se trata de algo tan serio como algo... digamos, relacionado con terrorismo? ¿Y si algo muy, pero que muy serio va a pasar porque te estén llegando a ti esos mensajes y no a la persona para la que en principio están destinados? Tiene que ser eso, ¡tiene que serlo! ¡Se han equivocado de número en el peor momento posible! Tienes que moverte. ¡Escribe!

Creo q se equivoca de número. No entien

Acabas de escuchar una explosión. Por suerte, ha sido lejana. Tiene que haberlo sido o estarías por los suelos. Pero has escuchado sobradamente el ruido y del sobresalto has enviado el mensaje sin acabar. Si antes no te habías percatado de ello, ahora sí: estás respirando agitadamente. Con paso inseguro y con un pie sin calzar, te acercas lentamente a la ventana. Esperas ver humo o algo que te ayude a entender qué está pasando, y entonces lo ves. Calle abajo hay un coche ardiendo... Por suerte no parece haber nadie herido alrededor. De hecho, la calle está vacía. Te giras, vuelves a sentarte en la cama e intentas ponerte el otro tenis. Tienes que tranquilizarte para poder actuar, pero ojalá fuera tan fácil hacerlo.

Eso es, ropa y calzado listo. Ya puedes hacer lo que necesites. ¿Vas a salir a la calle a buscar ese coche? La calle Meandro está justo ahí abajo, justo... No puede ser... Corres hacia la ventana y buscas el humo, luego desciendes y das con el coche en llamas. Suspiras... No, menos mal, esa no es la calle Meandro. Habría sido demasiada coincidencia, demasia...

[Suena la melodía de llamada. El tono es rock fuerte]

¿¡PERO QUIÉN... Es el número. El. Maldito. Número. Lo coges, claro que lo coges, pero al momento tienes que alejar el aparato de ti porque lo que oyes son gritos y más gritos. Te contagian tanto su angustia que se te cae el móvil, aunque te agachas para recogerlo y dejarlo en la cama. No puedes soportar oír eso, pero necesitas el condenado aparato para salir de esa situación. Pasan los segundos y parece que la fuente de los gritos se aleja. ¿O quizá la persona que lleve el móvil se aleje? Sea como sea, te está hablando. No alcanzas a escuchar lo primero, pero sí lo que sigue cuando te acercas el aparato a la oreja.

—¿¡Dónde carajo estás?! ¡Corre, sal de...! ¡Vienen a por todos, van a por...!

Se cortó. No, no, ahora no...  

—¿Hola? ¡¿Hola?! ¡RESPONDE, MALDITA SEA!

¡¿HOLA?! Joder, joder, no responde. ¡Joder! ¿Qué demonios está pasando? Cuelga el teléfono, diablos. Al menos lo has intentado... Esto es... de locos. ¡¿Te parece solo de locos?! No sabes cómo pero no te ha dado aún un ataque al corazón ni nada similar. ¿Quizá sea por la adrenalina? ¡Ni siquiera sabes si se te ha disparado la adrenalina! Estás sudando, tienes la cara empapada, decir que sudas mucho sería una ridiculez absurda. Por si fuera poco, estás cerca de hiperventilar, así que lo mejor será silenciar el móvil y alejarte de ese número del demonio...

No, lo mejor será pararse a pensar y tranquilizarse en la medida de lo posible. ¿Qué vas a hacer? No tienes ni la más remota idea de qué está pasando ahí fuera. No sabes quién te ha estado hablando, no sabes por qué ha explotado ese coche tan cerca, tan cerca de tu casa, y ni mucho menos sabes por qué gritaba esa gente... Pero tienes que hacer...

[La puerta de tu casa acaba de abrirse]

Espera, ¿qué? Tragas saliva. ¿Cómo sabes que...? Ha sido un flash, una sensación. No vives con nadie más y las únicas personas que tienen tus llaves avisarían con días de antelación ya que viven en otros países. Tragas saliva otra vez. Pero joder, piensa. ¿Cómo que sabes que se ha abierto? No lo has escuchado y, por descontado, no lo has visto. Pero sabes que se ha abierto, de alguna forma lo sabes, lo sientes. ¿Corriente, quizá? Maldita sea... ¿Has notado eso otro? Hay alguien a punto de entrar, o de salir; una puerta no se abre por gusto. Piensa. Tienes la costumbre de cerrar todas tus puertas, así que la del pasillo y la tu dormitorio también lo están. Tienes eso a tu favor si es que alguien ha entrado... Vamos, reacciona, haz algo, tienes unos segundos... Bien, te mueves. Con los ojos como platos y el corazón en la garganta, pero te mueves, te giras y das un paso... ¿Pero hacia dónde? Eso ya lo decides tú.


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Pues eso. No es que acabe realmente. Final abierto y tal. Lo que sí sé es que de momento no voy a seguirlo ya que la idea era dejarlo justo donde lo he dejado.

© Santiago Gómez Campos, 2016

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