sábado, 26 de marzo de 2011

Palabras, palabras, ¡palabras!

Saludos. Esta noche tranquila cual manso río añado al blog una "entrada" sobre mi...vida, sí. Pero no es una biografía, oh, no, es pronto para eso, jeje.Bueno, basta de cháchara y ahora toca leer lo que yo llamo "raro diálogo en verso libre y no tan libre". Un saludo y que lo disfruten.

Silencio...
De pronto,ruido...
¿Quién es?
¡Palabras!


Palabras, palabras, ¡palabras!

Palabras...
¡atronador ruido estruendoso!
¿Palabras?
¡Silencio!


Palabras, palabras, ¡palabras!

¡Basta!
¡Silencio!
¿Palabras?
¿Qué sois?


Tinta,
carboncillo,
sangre,
sueños...

Deseos,
sentimientos,
dolor,
muerte.

¡Pesadilla!
¡Basta!
¿Palabras? ¡Ja!
¡Acero, fuerza y fuego!


De acero
mis palabras
hechas están.

Mi fuerza
en las palabras
habita.

Con fuego
mis palabras
expreso.

Palabras, palabras, ¡palabras!


¡Basta!
¡Silencio!
¿Palabras?
¡Muerte!


Las palabras
son mi mundo:
con palabras
despierto,sueño;
con palabras
sufro, siento
con palabras
vivo y muero...


© Santiago Gómez  26.03.2011

sábado, 5 de marzo de 2011

El Disfraz-relato corto

 Con motivo de la fiesta de Carnaval, se me ocurrió este relato. Aviso: gore.


EL DISFRAZ


Un día cualquiera de marzo, en una ciudad cualquiera. Estamos en la plaza mayor. Miles de jóvenes ataviados de variopintas formas se congregan alrededor de una sardina de corcho, en el centro de la plaza. Hay monstruos, vampiros y vampiresas, hadas, duendes, elfos, zancudos, individuos misteriosos, encapuchados, animales. Todos bailan al ritmo de la música que suena, mientras ríen, a causa del desfile de disfraces que acaece frente a la sardina gigante. Los jóvenes van pasando por la pasarela, mostrando sus disfraces al resto, haciendo piruetas, bailes extravagantes o alguna tontería. El público ríe y aplaude a los mejores disfraces. Pero de pronto, se escuchan unos disparos y la música se suspende. Un silencio recorre la plaza hasta que cinco chavales suben a la pasarela vestidos de soldados, con sus armas de plástico y sus trajes de camuflaje. La multitud se tranquiliza cuando la música vuelve a sonar y aplauden al pequeño ejército. A continuación pasan un grupo vestido de personajes de videojuegos, con ropas extravagantes y coloridas. Pero el silencio vuelve a hacerse, cuando un hombre sube a la pasarela, vestido con una camisa lisa y unos vaqueros, todo pintado de rojo simulando sangre. El hombre se gira y mira a la multitud. Tiene la cara pintada de payaso, blanca, con grandes cejas y la sonrisa pintada de rojo. El hombre se tambalea, luego sigue andando. Cuando se gira para andar, la muchedumbre lanza una exclamación de asombro ante el brazo izquierdo, el cual está cortado a la altura del codo. Aplauden ante esto y el individuo acaba su paseo. Al llegar al suelo, cae inconsciente. Varios chavales se apresuran a ayudarle y entonces descubren que el símil del brazo cortado no es tan falso: le han cortado el brazo de verdad. La noticia vuela como la pólvora por la plaza y el caos se apodera de esta. La multitud aterrorizada se dirige hacia la salida principal, pero entonces escuchan una explosión y se giran de nuevo. La sardina está ardiendo, pero ha sido descabezada. Bajo la sardina hay un individuo encapuchado, con una capa negra ondeando. Tiene la cabeza gacha y lleva algo en la mano derecha. A su espalda, el fuego devora la sardina y los restos caen sobre él, pero ni se inmuta. El fuego prende en su oscura ropa, pronto le cubre por completo. La gente chilla, unos de miedo, otros de asombro. El individuo levanta la cabeza y lanza una carcajada estridente al público, luego salta de la pasarela al suelo. Se deshace de la ardiente ropa y se queda con una camisa blanca, de rayas azules, con unos vaqueros y unas zapatillas deportivas. Lleva una horrenda máscara negra, con clavos por toda su superficie. Está todo manchado de rojo, quizá pintura, piensan unos, quizá sangre, chillan otros. El hombre avanza hacia la muchedumbre que aún queda cerca de la sardina y descubre su mano derecha. Lleva un cuchillo de carnicero, todo rojo. La inmensa mayoría huye ante esto, pero quedan algunos chicos que, o bien son demasiado valientes, o bien siguen pensando que es un montaje. El hombre llega hasta ellos y lanza una carcajada a través de la máscara, luego dice con aguda voz:
—¡Hoy es mi cumple y voy a hacerme un disfraz de zombie!
   
     Dicho esto, se lanza hacia el primer chico que ve y le ataca con el cuchillo. Le destroza el pecho y cuando cae al suelo, le cercena varios dedos de las manos. Los coge y riendo, los clava en los clavos de la máscara. El resto de indecisos huye horrorizado a todo correr. El hombre chilla encolerizado y lanza el cuchillo a uno de ellos, que cae al suelo herido en la espalda. Corre hasta llegar a él, le arranca de forma bestial el arma y, aún vivo el otro, le pone boca arriba. El chico chilla horrorizado e intenta zafarse del loco, pero este saca una cuchara y le saca el ojo derecho. La sangre mana y el muchacho chilla aún más fuerte. El enmascarado coge el globo ocular y tira para cortar los nervios, luego lo clava en la máscara bajo el agujero de su ojo derecho y riendo, se lanza corriendo hacia la multitud. Esta corre de forma alocada, pugnando por salir de la plaza, lanzándose empujones unos a otros y provocando caídas. Cuando una joven cae al suelo, el hombre grita triunfal y a carcajadas llega hasta ella. Esta empieza a gritar y sigue gritando cuando el individuo le empieza a atacar con el cuchillo. Le corta las dos orejas con cortes sucios y las clava en la máscara a los lados, a desigual altura. La joven llora, suplica y mira horrorizada al otro, pero este la deja en el suelo y, riendo aún, vuelve a la carrera hacia la multitud. Esta se había quedado como congelada durante los ataques, para luego echar a correr acabados estos. Llegan a la puerta principal y los primeros gritan
—¡ESTÁ CERRADA!

     La gente se vuelve a quedar quieta y el enmascarado alcanza a otra joven, a la cual arrastra lejos de la multitud. Mientras la ataca, la muchedumbre intenta abrir la puerta, pero no pueden. Llaman gritos a la policía que debía estar fuera, pero no escuchan respuesta alguna. Se giran hacia el loco del cuchillo y empiezan a gritar algunos al verle de nuevo. Ha acabado con la chica y les mira riendo. Lleva una nueva prenda: un collar con un maltrecho corazón colgando de unas venas, todo empapado en sangre. Les mira y les grita
—¿Os gusta mi disfraz? ¡Aún no está acabado!

     Cuando los jóvenes escuchan esto, huyen de su mirada y corren hacia el otro extremo de la plaza, nadie piensa en atacarle. El enmascarado se lanza hacia la derecha, pegando botes y riendo mientras hace malabares con el cuchillo. Un grupo de diez personas se quedan acorraladas en una esquina de la plaza, mirando al loco asustados. Pero tres jóvenes, tras cuchichear entre ellos, avanzan hacia él. Uno le propina un puñetazo que lo tumba y los otros dos se apresuran. El primero cae sobre él, listo para reducirlo, pero suelta un grito cuando el cuchillo le atraviesa el pecho. El individuo grita
—¡Este juego no me gusta! ¡Quiero acabar mi disfraz!
  
     Y libera el arma del pecho del otro, destrozándoselo. Se levanta con la máscara ensangrentada y mira a los otros dos. Estos no se acobardan y dirigen sus puños hacia él. Con dos reveses les corta las manos y las mira, luego ríe y las coge mientras los jóvenes, arrodillados en el suelo, gimen de dolor. El hombre coloca las manos en los bolsillos de la camisa, de forma que sobresalgan y se vean y busca más víctimas, mientras hace un macabro recuento
—Llevo un ojo, dos orejas, dedos, dos manos...¡todavía me faltan cosas!

     De pronto, la puerta principal se abre y entran los cuerpos de seguridad. A gritos, evacúan la plaza y encaran al enmascarado. Este huye de ellos y se sube a la pira ardiente de los restos de la sardina. Gritando, se mete entre las cenizas y desaparece cubierto por ellas. La policía rodea la pira y apunta con sus armas, dispuestos a abrir fuego. Escuchan un ruido y la montaña de cenizas empieza a hundirse. Los policías se acercan y descubren con pesar una alcantarilla abierta, con restos de sangre alrededor. Desde fuera escuchan la risa del loco. Reciben una orden y tras bajar, le siguen a todo correr. . .
*                                                                               *                                                                              *

Eso ocurrió hace muchos años. El caso “el Disfraz” se cerró tras varios años de infructuosa búsqueda. El sheriff Adams dio una rueda de prensa a nivel nacional anunciando que habían abandonado la búsqueda por falta de pruebas, pero que tuviesen cuidado y extremasen las precauciones en las fiestas públicas. Hubo manifestaciones para que la búsqueda continuase, pero meses después se volvieron a congelar por la falta total y absoluta de pruebas. Solo tenían el tipo de cuchillo empleado para seguirlo. Como dijo el sheriff, el sujeto había empleado guantes en sus homicidios, por lo que la búsqueda de pruebas no dio resultado alguno. A raíz de esto se incrementaron las medidas de seguridad en las festividades nacionales, pero no se volvió a saber del individuo del cuchillo. 

      A día de hoy, vuelve a ser carnaval. En la Comisaría, Adams hacen una pequeña fiesta de disfraces, prohibiendo disfrazarse de policía. Se reúnen en el aparcamiento, unos llevan música y otros comida. Van disfrazados unos de gente normal, otros de enfermeros, otros de zombies, otros de vampiros...Cuando todos están fuera, cuelgan carteles preparados, en los que pone "Felicidades, Adams" y otras cosas referidas al cumpleaños del sheriff. Le esperan, pero se impacientan y van a buscarle al edificio principal. Los de fuera escuchan un grito y se apresuran a entrar. En el vestíbulo ven a los compañeros de antes, mutilados: a uno le falta un brazo y a la otra una pierna. Ponen caras de horror al ver esto, pero luego corren a por sus armas. Llegan a la armería y comprueban con pesar que alguien las ha destrozado, así que se arman con las porras. Salen de allí y se dividen en grupos numerosos para buscar al culpable de  todo, con un mal presentimiento y un recuerdo del pasado asaltando sus mentes. De pronto, toda la luz del edificio se corta y se escucha una risa por la megafonía, acompañada de una voz estridente que dice:
—¡Hoy es mi cumple y voy a acabar mi disfraz!

-Fin-